Hoy quise escribirte por primera vez desde que ya no hablamos. Me vinieron muchas cosas a la mente, había mucho que quería decirte; hay mucho que quiero contarte. Ha pasado demasiado tiempo, tanto que parece como que ya hemos vivido cuatro vidas separados. Ojalá nunca lo hubiéramos dejado, ¿por qué lo hicimos?, ¿por qué lo hice? ¿Lo extrañas tanto como yo? No.
Hoy quise escribirte porque escuché una frase que me recordó a ti, a lo que me hiciste sentir, a lo que fui contigo.
“Me embriaga la vida”.
Tú causaste una sensación similar en mi vida, en mi cuerpo; causaste una reacción química en mi alma que me hizo sentir borracha. Me embriagué de ti mil y un veces, aunque nunca las suficientes. Me sentía flotar, ligera, libre. Quizás así se sienta el amor y, si no, estuve muy cerca de sentirlo.
Lo extraño.
Te extraño.
Nunca lo creí posible, pero despierto y todavía tengo resaca de ti, de tus ojos, de tus besos. No quiero volver a sentirme como lo hago hoy; sola y vulnerable. Débil. Porque todavía reconozco tu olor en lugares en los que nunca has estado y percibo tu mirar aún sabiendo que te has ido. Me cuesta pensar tus manos lejos de las mías.
Hoy quise escribirte de nuevo y decirte que a tu lado me embriagó la vida. Pero no lo hice, porque tú estuviste siempre completamente sobrio.